Aquella vez, hace algunos años, en la que intenté hacerme la fashion y ahí fuimos. Dr. Love, su mejor amigo y tercera en cuestión a un lugar en el que la carta ofrecía todo el mar y su contenido al plato. La que aquí vierte estas palabras, en un intento glamoroso solicitó...ostras. Frente a mí, un suspiro de Dr. Love enrareció el aire de Julio, esta mina iba por más, no se conformaba con la primera cita (después les cuento), no señor, quería romper el récord en el anecdotario aguerrido de un hombre con mucha (pero mucha) paciencia.
Ya las había degustado en un lugar en Brasil, afirmé canturreando, apelé a un nombre, quizás Río das Ostras, argumenté conforme a los hechos, que los mariscos en ese país son distintos, más sabrosos, sobre todo, desde tu tumbona frente al mar. "Pero si nunca te gustaron"- se quejó Dr. Love, haciéndose el que me conoce muy bien, "vos no me conocés bien..." le asesté la frase macabra, siempre queriendo desafiar las certezas..."pero mirá, la merluz..." "No, no, ya está decidido..."afirmé con altura, toda la que puede permitir el metro sesenta.
Ahí estaba, alea jacta est, presa del detino, insistiendo con esas lujuriosas gelatinas de mar.
Posaron una ocurrente bandeja de madera sobre la mesa, ofrecidas en tensa crudéz, sobre hielo picado y rodajas de limón. Envalentonada por el desafío primigenio, capricho y algo de histeria, tomé el duro protector gris deforme entre los dedos, coloqué limón y avanti. Ahí comezó el calvario.
Sal y mar, gusto a nada, consistencia blandengue, cero glamour si me preguntan. Tomé la servilleta en un rapto de locura silenciosa, pero el molusco no decidía, salida o entrada esofágica definitiva. Dr. Love y amigo se percataron de la escena, quizás porque me estaba tornando un tanto azul entre la cianosis y el recato (diría luego) que implicaba hacerme responsable de mis decisiones, o quizás, porque no hablaba (algo muy raro). Dr. Love soltó "tragála", malo Dr. Love, pensé. Pero su más fiel amigo retrucó "Escupíla", un amor el muchacho...
Pero ahí seguía, dispuesta a darme una muerte lenta, resbaladiza y anónima. Ya veía los titulares amarillistas "muchacha muere atragantada en medio de restaurant, estrangulada por ostra maliciosa". Dr. Love, ya sulfurado ante uno de mis tantos desafíos, ya alzaba la voz "Tragála, ¿es tan difícil?". No podía responder, roja de furia. Ahí comenzó lo que llamé más tarde "El incidente del molusco impávido" porque uno a uno se turnaron en breves alocuciones, y hasta en ateneo entre ellos "que la escupa...ahí, en la servilleta", "que la trague, ella la pidió...a mí nunca me gustaron...que se haga cargo...", "dejala, pobre, no ves cómo está...dále Verita, no tengas miedo..." .
Sostuve en segundos la imágen del pobre mozo, que cargaría indolente el cadáver marino con extremaunción discretamente doblada en cuatro, y no quería someterlo a semejante atrocidad.
Ahí fue cuando la vida se decidió. En una sola expiración poderosa, la maquiavélica, saltó hasta el elegante y utilitario retazo algodón.
Levanté los ojos llorosos comprendiendo que así, se había estaqueado para siempre (o por ahora) mi breve pasada por una noche de glamour.
viernes, junio 09, 2006
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6 comentarios:
qué pena no haberlo presenciado, la próxima me invitas, por favor
Bueno Lean, si a vos te gustan las noches glamorosas de alto impacto...cómo no! Harías estudio de caso con los otros dos!
Verita:
Deje el glamour para las Divas, quiere?
Aunque le confieso que esas turulencias... siempre me parecieron moquito.
Feitas las impávidas, muy feitas.
Asquito puaj!
Y ahora que recién termino de comer... me dio como un ascor...
Eskius mi.
=(
Adoro los moluscos bivalvos (por favor no se remita a la carteria de ninguna paciente freudiana en esado puro de histeria). Las descuatrizo y engullo con placer, slavo claro que la osrta en cuestión estuviera engendrando perlas, o sea, llena de arena. En cuyo caso, convido al mozo a que convide al cocinero a que se las coma él, no tolero el crish crish del pulido dental con arenas, solo en La Perla con un sanguche de milanga en un ventoso enero hago el esfuerzo, en un restó de frutos del mar, no no.
Le cuento un truco, en caso de que quisiera intentarlo nuevamente. NO LA MASTIQUE, la consistencia es bastante puerca, pero el sabor que dejan en las papilas es ricooooooooooooo
Creo q todo intento glamoroso es doloroso, desde los bonitos tacos aguja, las horas de maquillaje, las horas frente al espejo un dia humedo tratando de darle un toque divino a nuestro cabello...
La proxima un filet de merluza a la romana... q es lindo el glamour, pero el confort tambien!
Cruella:
Le dejo todo el glamour para usted, fashion viktimist...
Tía Nata:
No mastiquéeeeee, le juro, ni quiero volver a intentarlo, demasiado para mí...
Ciclo:
Lo que mata es la humedá. Dígamelo a mí, con este pelo finiiiito
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