martes, septiembre 06, 2005

Sarco

Hoy, en medio del almuerzo, Patty vino y dijo con cierto asombro "Hay un perro negro con ojos azules en la puerta!" Desde que nos robaron el estéreo berreta, cerramos las puertas del bunker con llave, por ese motivo, Patty se había levantado a abrirle a un paciente y se había encontrado con tamaña sorpresa. Me levanté como si tuviera cinco años, me siguieron ella y otro kinesiólogo. Por una hendija de vidrio quebrado asomó el hocico. Un husky negro polvoriento y hambriento, con un ojo azul y el otro marrón con una manchita azul me lamió la mano. Decidí llevarle mis sobras de pollo y una manzana, Patty donó una presa colectiva que sobraba, y el kinesiólogo sus huesos y pellejos. Escuchamos a Que-mistri que lo ahuyentaba con ruidos ridículos mientras se iba. El kinesiólogo y yo corrimos escaleras abajo a buscarlo, nos movió la cola en cuanto nos vió, estaba mendicante junto a un paciente en silla de ruedas. Le pusimos los restos en un costado, no tardó en devorarse todo, demostrando las hipótesis sobre su estado.
Subimos extasiados. Kiné estaba en crisis, gritaba (como lo loca que es) que no le quedaba ningún pollo al Dr. Quevago, lo conduje a la fuente para que viera con sus propios ojos que quedaba una presa con su respectiva guarnición. Igual seguía consternado, semejantes actos impulsivos lo contrarían. Patty sugirió que no le dijéramos nada a Quevago, porque iba a colapsar su narcisismo cuando se enterara que, su posible repetición de pollo, había sido donada a un can hambriento.
Al retirarme a firmar, Quevago estaba también en personal, se me acercó y me dijo -Che, lo ví al kinesiólogo y me dijo que me quedaba sólo una porción!...
-Sí, claro, te queda, no te preocupes...-más concentrada en firmar que en escuchar
-No, es que hice el cálculo y deberían sobrar más...
-Bueno, pero sólo te faltaba almorzar a vos
-Deben estar mandando de menos...-haciendo movimientos indignados con la cabeza.
Por un momento quise confesarle el acto de misericordia, pero luego decidí callar. Sé guardar un secreto.
Me pregunto si no se me achicará el cerebro.

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