En Alighieri siempre hay festejos de fin de año, como en todas las instituciones que se precien de serlo...Las encargadas de organizar dichos eventos son always: la Dra. Conchudis y la Lic. Rottenmayer. Ellas son muy unidas, parece que la Rottenmayer le enseñó a manejar a Conchudis y esto solidificó el vínculo aún más. La Dra. Conchudis se jacta de preparar una empanada gallega de rechupete, pero confieso que he probado mejores. Rottenmayer es una especie de fantasma, que ronda La Casita, ella es la encargada de las compras de café y otras cuestiones necesarias (para la subsistencia de la paja institucional), también recolecta el dinero, con su prolijo cuadernito con división "debe" y "haber", va por ahí, siempre contemplando las deudas masculinas, cuando a las féminas nos exige puntualidad y cantidad. Con los hombres habla, con las mujeres, sólo lo necesario, sólo suelta algunos gruñidos inhóspitos. Organiza los eventos siempre con la misma cara de culo, fea y arrugada, que no se corresponde con la imagen que podríamos tener de una real organizadora de eventos: sonriente y atenta con todos. Las malas lenguas (Selma y Patty) hecharon a correr una voz que dice que intentó acceder a dos braguetas comprometidas, sin éxito, pero con mucho histeriqueo.
La Dra. Conchudis es un poco más agradable a la vista, pero peca del mismo mal que padecen todos en Alighieri, con unos cincuenta años (la mitad clavada ahí...) aproximadamente, repite una y otra vez las milenarias anécdotas del lugar, y todos los añejos vuelven a festejarlas como si las escucharan por primera vez. Pecan de un Alzheimer mal avenido. Los más jóvenes contemplamos alelados, sintiendo que una ráfaga fría nos corre por la espalda: seguramente dentro de unos años nos esmeremos en montar las mismas escenas seniles, para que otros más jóvenes y rubicundos nos contemplen alelados, y así, el círculo se perpetuará.
Igualmente Conchudis es responsable de lo que su nombre indica, y tiene un narcisismo a prueba de balas, habla a un volúmen apto para hipoacúsicos y no escucha a nadie. Tiene una cadencia particular en la voz, algo de arrastrar las palabras como si dijera importancias constantes, que hace que a los minutos, creas que el mejor destino de un pedazo de cinta de embalar es su boca. Se queja de haber sido toqueteada por el psi exiliado de turno, cuando no, manoseada por pacientes.
Pero me fui de tema. La cuestión es que Conchudis y Rottenmayer, amiguísimas, decidieron jugarse con todo este año: armaron la súper fiesta en casa de Conchudis, con tabla de quesos, vinos y elíxires varios, por la linda suma de $25 por persona. Suma accesible para los médicos y otros de planta, porque a muchos de los contratados nos resulta una real violación económica pagar eso para contemplar cómo los gerontosaurios institucionales apagan con litros bacanales sus incendios esofágicos, al mismo tiempo que no detienen el verborrágico y gastado cassette (aún más vívido como consecuencia del estado etílico) de las anécdotas de los quichicientos años que hace que están allí. Por todos estos motivos, y sin ponernos de acuerdo, los contratados este año no fuimos, y luego nos enteramos que no fue mucha gente, tan sólo 10 personas, un fracaso para las chicas organizadoras.
Pero, mis amigos, la reflexión debería estar presente por estos días, quizás un módico replanteo acerca de sus fiestas y el por qué de semejante disminución de público... Pero no, nadie se pregunta nada en Alighieri, preguntarse significaría angustiarse un poco, y parar un cacho de torturar, disminuir y criticar a otros, y eso está muy mal, si justamente el aliento vital de las chicas depende exclusivamente de estas acciones...
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